CAMINO A NINGUN LADO
Por Federico Birkenfield
Corría el año 2008 y me encontraba (como siempre, bah!) en la sala de ensayo de la banda que integraba con un par de amigos y un par de seres que en un futuro de manera voluntaria dejarían de serlo.
Mientras disfrutábamos unas bien merecidas birras en un intervalo del ensayo, sonó el teléfono de línea en la sala y de manera simultánea vibró el rudimentario teléfono celular Nokia que poseía en esos momentos. Y mientras mi compañero de banda hablaba con otro amigo en común por el tubo del receptor, me llegaba un mensaje de texto corto de uno de mis mejores amigos.
Al cortar la llamada, se sienta con un gesto adusto y mientras apuraba un trago de birra mi compañero comenta en la mesa:” Era Fer (tal era el nombre de nuestro amigo en común) desde buenos aires y dice que el show de Ozzy en River estuvo mortal y que no deberíamos perder la oportunidad de verlo mañana en Chile”. Al principio nos reímos, pensando en la imposibilidad de tal aventura, y mientras los demás seguimos bromeando sobre otras cosas, dejando esa idea en el terreno de lo etéreo deglutiendo papas y birra, el receptor de la llamada se sometió a silencio mientras miraba su notebook.
La voz del mismo se escuchó desde la pantalla de su notebook y casi de manera tímida, con un hilo de voz, dijo: “Hay entradas, si quieren, compro ahora para mañana, pero habría que retirarlas en el estadio. ¿Qué dicen?”. Nos dejó estupefactos ante tal inesperada inquisición. Y como una paradoja del destino, en ese momento decidí leer el mensaje que había llegado a mi humilde celular.
El mensaje constaba de pocas palabras (en ese momento cada palabra costaba en el crédito, ja), pero el efecto era muy movilizador. El comunicado fervientemente escueto decía lo siguiente: “Acabo de ver a Ozzy en Baires. ¡Por favor, anda a Chile!”. Si necesitaba alguna clase de empujón, me lo estaban dando los caracteres que refulgían en la pantalla de mi Nokia cabezón.
Aparte de tantos indicios en mi cabeza, se me vinieron millones de canciones del viejo Ozz y Black Sabbath y se me impuso el ahora o nunca entra medio de flashes conformados por viejos videos del Iron man en vivo.
El destino estaba sellado, pues tomamos ambos mensajes como si se tratase de una revelación, por lo cual el ensayo fue abandonado en pos de que cada uno fuera a su casa para bañarse y poner lo mínimo indispensable en una mochila para esa misma noche subir al colectivo en la terminal rumbo a Santiago de Chile.
De la travesía hasta llegar al estadio podría hacerse un capítulo contando todas las vicisitudes del mismo, como así también la odisea para llegar al estadio y conseguir el lugar donde nos entregarían las ansiadas entradas.
A pesar del declive de la memoria (y a veces del cuerpo) recuerdo vívidamente esa noche, ¡la emoción cuando salió el enano loco de Birmingham y activo toda la gente con su clásico grito de “All Aboard!”, las lágrimas en él solo de Zakk Wylde cuando mecho los primeros compases de Cowboys from Hell de Pantera (el asesinato de Darrel todavía estaba fresco en la memoria) entre medio de todo su habitual desborde de notas. Pero quizás la canción que más disfruté (y por ende la reserva de lágrimas y emoción se vio desbordada en el acto) fue la clásica “Mama I´m coming Home “quedándose en mi mente como el momento álgido de la noche y del día.
La vuelta a casa fue dura( tal había sido la imprevisión que nunca habíamos pensado en el post show y terminamos durmiendo en unos bancos de la Terminal de ómnibus de la capital trasandina) pero con el corazón extasiado de ver al viejo por primera vez y aunque con el correr de los años vino muchas veces ,la actualidad musical de esas venidas nunca me atrajeron como para asistir a alguno de esos conciertos y quizás( en un rapto estúpido de nostalgia) no quería empañar ese recuerdo prístino en mí.
Pasaron ya 17 años de aquella mágica noche en la pista atlética del estadio nacional de Chile y hoy me encuentro viendo por Tv el último recital del viejo( y esta vez es en serio no como venía anunciando desde el 92 con él a esta altura olvidado No More Tours tour) y (de pie!) Black Sabbath en un show multitudinario que contó con la participación de los más grandes nombres del rock pesado.
Me encontré pensando en el por qué tanto Ozzy como Sabbath calaron tanto en el corazón de los adeptos de los fans del rock pesado, y me parece que la respuesta radica en que eran como antihéroes y eran casi como los perdedores de Birmingham. Y si a todos nos gustan los héroes, más nos gustan los tipos que tienen todas las de perder y se terminan imponiendo a un destino desde ya aciago. Vivir en Birmingham que era un lugar lóbrego y sin tantas oportunidades para crecer más allá de las metalúrgicas o mataderos, obviamente generaba una afinidad con alguien de Sudamérica (¿La frase” fueron las plateadas cruces de Black Sabbath y su resplandor “no les dice nada?) o barrios bajos Yankees(¿Recuerdan la línea clásica de” Your trust is in Whisky, Weed and Black Sabbath”?).
Aunque tanto amor se debe principalmente a John Michael Osbourne, uno de los mejores frontmans de todos los tiempos que supo solventar sus falencias técnicas con un tono archireconocible y un carisma arrollador(¿Quién nunca emulo el clásico “go fucking crazy” o hizo el clásico pasito aplaudiendo que incluso un clásico cantante argentino supo emular?) y que supo generar cariño con las locuras que hacía.
Y si bien con el correr de los años los achaques en la salud comenzaban a arreciar (incluso en cada nueva gira siempre se especulaba que podía ser la última) provocando un sinfín de cancelaciones con Ozzy siempre se podía esperar una vuelta más a los escenarios. Por eso el principal dolor es que lo del sábado pasado sí que es una certeza.
De todas maneras, sería egoísta pedirle algo más a Ozzy o a Sabbath mismo, definieron un estilo del que abrevaron bandas de los estilos más disímiles. Por eso queda solo el agradecimiento por los discos y los shows que acompañaron nuestros días, incluso en los más difíciles.
See you on other side, Ozzy…
